Jules et Jim (1962)

François Truffaut: Jules y Jim (Jules et Jim, 1962) Francia. Historia de amor en plena nouvelle vague. Escrita por François Truffaut y Jean Gruault. Novela de Henri Pierre Roché. Interpretada por Jeanne Moreau, Henri Serre y Oskar Werner. 106 minutos. 

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Un carrusel abre esta película de amor. No es casualidad. Dos chicos, el austriaco Jules y el francés Jim, se acaban de conocer en el París anterior a la Gran Guerra. Buscan ser escritores mientras se rodean de aires libertarios. Se convertirán así en buenos amigos. Lo compartirán todo, reirán, intercambiarán opiniones sobre sus romances… y, al final, ambos se enamorarán de la misma chica: la incontrolabe Jeanne Moreau. La sonrisa de esta les cautiva, les recuerda a aquella estatua clásica escondida en el Adriático. Uno, Jules (Oskar Werner), se enamorará primero; el otro, Jim (Henri Serre), después. La guerra -fabulosamente pincelada desde el guion- les separará, aunque pronto volverán a unir sus caminos. El cineasta, François Truffaut, cerrará un triángulo romántico (para la época) subversivo, pero tierno y afectuoso. Respiran amor y libertad los fotogramas mientras guardan con cariño el (otro) tesoro de este film: el placer de la amistad. La esquiva felicidad le pone, sin embargo, el punto pesaroso al film, pues esta -igual que la juventud- no dura para siempre. Es la tristeza con la que Jules et Jim se despide de nosotros.      

Les 400 coups (1959)

François Truffaut: Los cuatrocientos golpes (Les 400 coups, 1959) Francia. Drama social sobre la soledad en la infancia. Escrita por François Truffaut y Marcel Moussy. Interpretada por Jean-Pierre Léaud, Claire Maurier y Albert Rémy. 94 minutos.  

Película que marca -junto con Hiroshima mon amour (Alain Resnais, 1959) y À bout de souffle (Jean-Luc Godard, 1959)- el inicio de la nouvelle vague francesa. Empapado por el neorrealismo italiano e influenciado por los clásicos estadounidenses, François Truffaut elabora un film áspero, crudo y tenso: es la odisea de un pequeño muchacho, Antoine Doinel, la que ocupa el núcleo de la narración. El náufrago es Jean-Pierre Léaud, varado por las calles parisinas, sufriendo la represión de su profesor y la incomprensión de sus padres. Escuela y familia, primeros golpes. No encuentra su lugar, por eso camina, miente, lee a Balzac o hace el gamberro: ansía la libertad que lo redima. El cineasta, enmarcando su relato en el realismo social, escribe una elegía al marginado, al fracasado. Hiere especialmente cuando el antihéroe apenas va camino de ser un adolescente. ¿Qué opción queda para él?, parece preguntar Truffaut mientras el protagonista camina hacia el mar. La soledad del niño. Denuncia de esta forma «la comedia humana», la indiferencia frente al desgarro y el pesar de esa mirada final.