I cento passi (2000)

Marco Tullio Giordana: Los cien pasos (I cento passi, 2000). Italia. Biopic sobre Peppino Impastato, hombre que luchó en su propio pueblo frente a la Mafia. Escrita por Marco Tullio Giordana, Monica Zapelli y Claudio Fava. Interpretada por Luigi Lo Cascio y Lucia Sardo. 114 minutos. 

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Ma tu sei mia madre e il tuo amore è la mia schiavitù.

La Mafia es una fuente de arte. Ha sido retratada tantas veces y tan bien que suele generarme -extraña contradicción- una especie de fascinación. Te atrae la figura del gánster, aun cargando con sus miserias morales a hombros. Coppola o Scorsese han dado más de un ejemplo sobre ello. Sin embargo, la realidad es la que es: Io voglio scrivere che la mafia è una montagna di merda! Noi ci dobbiamo ribellare. Prima che sia troppo tardi! Prima di abituarci alle loro facce! Prima di non accorgerci più di niente! gritaba Peppino Impastato en la mejor escena del film. No hace mucho también gritó Roberto Saviano, pero la figura a quien encarna Luigi Lo Cascio contiene un llanto añadido, pues este no se esconde, no huye, no se protege. Reclama, reivindica y se rebela en Cinisi, su pueblo. Lo hace contra sus vecinos, contra su propio padre. Le dice a Angelo Badalamenti, bajo su ventana, que no le gusta, que le repugna. El precio a pagar es altísimo. No tanto por él, que también, sino por sus allegados, por aquellos que están a su alrededor. En especial por la figura de Lucia Sardo, su penitente madre, quien evoca a la angustia ilimitada. Corre a comprar todos los periódicos en un intento baldío por silenciar -o mejor dicho, proteger- a su hijo. Él, en la escena más emotiva de la película, le hace leer a Pasolini: ma tu sei mia madre e il tuo amore è la mia schiavitù. Se ahoga en la pena más honda. Aun así, no claudica frente al miedo ni es cómplice del silencio. Una vida contra la Mafia. Marco Tullio Giordana da voz a una historia que la merecía.   

La meglio gioventù (2003)

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  • Drama
  • Dirigida por Marco Tullio Giordana
  • Escrita por Sandro Petraglia y Stefano Rulli
  • Interpretada por Luigi Lo Cascio, Allesio Boni y Jasmine Trinca
  • 366 minutos

Es el verano de 1966 y Roma luce espléndida. En ella germina todo lo extraordinario que acompaña a la juventud: el fulgor de la ilusión, la lucha contrapuesta entre la incerteza y el descubrimiento, o la fantasía y sueños que acompañan a un futuro que se atisba todavía lejano. Son Matteo y Nicola, hermanos, ambos universitarios, quienes se encuentran en este punto. Únicamente acorazados en la magia del momento, reducen todo su existir a un viaje hacia el Cabo Norte, lugar donde sentirse libres. Es la poesía que representa una simple flor, una calle cualquiera o un verso de Cecco Angiolieri lo que les fascina. Nada más les importa. Pero, casualidades del destino, aparecerá Giorgia, y Giorgia será quien agite el corazón de estos hermanos, quien cambie, para siempre, sus vidas.

Ambos se separarán y tomarán caminos distintos. Porque así, en definitiva, es la vida. El sendero de cada uno difícilmente volverá a reunirlos. El carácter, los sentimientos y hasta el rincón más pequeño de sus corazones… todo cambiará. La vida seguirá, claro que sí: Firenze, Torino, Palermo, Stromboli y el maravilloso Val d’Orcia sienés. Estos serán lugares en los que dejarán huella, lugares en los que añadirán multitud de anécdotas y vivencias a su historia personal. Levantarán así un monumento vitalista, pincelado por la literatura, la fotografía, el arte y la melancolía, en el caso de Matteo; así como por el inconformismo, la bondad, el sentido común y la nostalgia que definen a Nicola. La familia, los amigos y las chicas… cada uno reirá, llorará, sentirá, amará y vivirá a su manera. Aunque ambos nunca olvidarán aquel cálido verano de 1966 por las calles de Roma.

Quien escribe esto es un reconocido italianófilo (además de muchas más insensateces). Sin embargo, esto no influye para nada en la valoración de esta preciosa -y también histórica- narración, pues la obra de Marco Tullio Giordana emociona por sí misma. Así, La meglio gioventù no necesita nada más que sus seis horas (que no son pocas, todo conviene decirlo) para hacernos simplemente sentir lo hermosa que, a veces, es la vida; lo triste que, a veces, es la vida; lo maravillosa que, siempre, es la vida.