Rush (1991)

Lili Fini Zanuck: Hasta el límite (Rush, 1991) Estados Unidos. Historia sobre el infierno de las drogas desde el lado policíaco. Escrita por Pete Dexter en base a la novela de Kim Wozencraft. Interpretada por Jason Patric, Gregg Allman y Jennifer Jason Leigh. Música de Eric Clapton. 120 minutos. 

El trabajo de Richard Zanuck como productor de cine no es cualquier cosa. Él descubrió a Steven Spielberg (Jaws, 1975), financió a Tim Burton entre 2001 y 2012 (Big fish incluida) y secundó a Sam Mendes en la espléndida Road to Perdition (2002). Junto a su esposa había conseguido el Oscar por la acaramelada Driving Miss Daisy (1989), además de producir uno de los títulos emblema de los años ochenta: Cocoon (1985). Un poco a mitad de todo ello se enclava esta película sobre dos policías infiltrados en la mayor red de droga en la Texas de los años setenta. El guion de Pete Dexter no es para tirar cohetes: peca de previsible. Tampoco la puesta en escena de Lili Fini Zanuck -productora que aquí, a su vez, juega a ser directora- brilla especialmente. Aun así, nos dejan cosas. El descenso a los infiernos de Jason Patric, dentro de las limitaciones de este actor, está logrado. Curioso, también, que el malo malísimo sea Gregg Allman, cantante de blues. El final, por su parte, se ve venir a la legua, pero igualmente me gusta. Y, por último, los dos grandes activos del film. Uno, la banda sonora de Eric Clapton, incluyendo la aparición por primera vez de su emotivo Tears in heaven. El otro, una de mis actrices favoritas de los noventa: Jennifer Jason Leigh. Entre todos dan forma a un título casi olvidado que se ve con gusto y que guarda más de un logro a considerar entre las sombras de esta batalla.

Lezte Ausfahrt Brooklyn (Last Exit to Brooklyn, 1989)

Uli Edel: Última salida, Brooklyn (Lezte Ausfahrt Brooklyn, 1989). Alemania. El sueño americano en la periferia neoyorquina. Escrita por Desmond Nakano  conforme a la novela de Hubert Selby. Interpretada por Jennifer Jason Leigh, Burt Young y Stephen Lang. 98 minutos. 

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El país libre por excelencia celebra su buena salud. Son los años cincuenta, el bienestar comienza a repartir sus bondades y los políticos se permiten el lujo de defender sus ideales por todo el mundo. Detrás de los atavíos del mercado, sin embargo, en el patio trasero que representa Brooklyn, todo parece distinto: es la cara B de un mismo discurso. El ambiente es sórdido a ojos de Uli Edel. Los jóvenes se abrazan a la salvaje violencia. Burt Young busca rescatar, aunque sea religiosamente, el honor de su hija, preñada de ocho meses. Stephen Lang se olvida de su atractiva esposa, de su bebé recién nacido. Pervierte al sindicalismo entre travestis, alcohol y homosexualidad reprimida. Los estibadores defienden lo suyo. Durante el día insultan y golpean al esquirol, arremeten contra el patrón. Mientras, por la noche, se entretienen con las mejores tetas del mundo occidental, las que muestra una olvidada Jennifer Jason Leigh. Algún apuesto marine ha quedado prendado de sus encantos. Otros muchos han pagado de su bolsillo su sucia zalamería. Todos, en cualquier caso, se marchan hacia Corea. Tienen que defender con su vida la construcción de un nuevo orden mundial: el magnate surcoreano de hoy en día podría, al menos, darles las gracias. La lucha de clases se ahoga en Nueva York. Entre tanto, un chaval queda fascinado por una vieja moto. Sueña con montar en ella a Tralala. Es la porción que pide del sueño americano. Solo eso.