The Station Agent (2003)

Thomas McCarthy: Vías cruzadas (The Station Agent, 2003) Estados Unidos. Comedia dramática. Escrita por Thomas McCarthy. Interpretada por Peter Dinkladge, Bobby Cannavale, Patricia Clarkson, Raven Goodwin y Michelle Williams. 88 minutos. 

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A una estación de tren abandonada va a parar Peter Dinkladge, monumental. Estamos en la periferia de New Jersey, rodeados de calma y tranquilidad. Lugar propicio, pues, para el protagonista: rehuye el contacto con las personas. Se mueve, frío y serio, en los márgenes del sistema: sufre de enanismo. Y, como digo, lo borda el actor. No tiene ganas de hablar con nadie… ¿autocompasión, quizás? Los silencios, las miradas y las concisas palabras mandan. Tiene una idiosincrasia que, por sí sola, mueve con gracia el resto del film. Caemos en la sencillez, en la veracidad. Todo resulta muy humano en base al estupendo guion de Thomas McCarthy. Es así, sutilmente, como se descubre un drama sin imposturas, sincero y donde brilla especialmente el reparto. Se impone así la bondadosa complicidad de Bobby Cannavale mientras, igualmente, despierta la empatía -a pesar del excesivo dramatismo de su personaje- una Patricia Clarkson hipnótica. La graciosa Raven Goodwin y una (siempre) genial Michelle Williams hacen el resto. Al final, queda una película sonriente. Los paseos solitarios por los raíles pierden la batalla frente a la amistad. Una oda a la importancia del afecto y la buena compañía.     

Wendy and Lucy (2008)

Kelly Reichardt: Wendy and Lucy (2008). Estados Unidos. Drama social que evoca al neorrealismo italiano. Escrita por Kelly Reichardt y Jonathan Raymond. Interpretada por Michelle Williams, Wally Dalton y Will Patton. 80 minutos. 

La película tiene las intenciones claras. A Kelly Reichardt le vale una joven y su perra para tejer una fábula social sobre la Norteamérica del siglo XXI. Son los Estados Unidos de George W. Bush. Las brechas sociales se agrandan entre los ricos y los pobres. En este último bando está Michelle Williams, colosal actriz. Ella busca emigrar a Alaska, es decir, al Oeste. Busca las ansiadas oportunidades, esas que nunca llegan. Pero aquello tiene mucho de mito. Un viejo coche y unos pocos dólares son su válvula de escape. ¿Suficiente? Pues claro que no. Queda atrapada, sin recursos para progresar. En el camino observa entre los carriles a gente más desamparada que ella. Outsiders que le asaltan en mitad de la noche, en la oscuridad del bosque. Han perdido la batalla, están excluidos y ya no creen en las personas. ¿Cómo se hace entonces? La amistad con el perro, similar a aquella con la que tanto emocionó De Sica en su Umberto D. (1952), es la excusa -igual que aquella vez- para golpear al sistema. Esta es nuestra realidad, grita Reichardt en compañía de Jonathan Raymond. Se agarran más a la imagen que a la palabra. La pobre miserable ni siquiera puede dar de comer a su perra mientras el desalmado skater se emborrachará esa misma noche sin preocupación alguna. La estampa final, con el viejo seguridad regalándole 6 o 7 dólares, es el mensaje que ilumina al film: solidaridad y comunidad frente al salvajismo.