Half Nelson (2006)

Ryan Fleck: Half Nelson (2006) Estados Unidos. Drama periférico que vuelca su atención en la enseñanza. Escrita por Ryan Fleck y Anna Boden. Interpretada por Ryan Gosling y Shareeka Epps. 106 minutos. 

¿Qué es la historia? Es el interrogante con el que abre Half Nelson (2006). Son las palabras que pronuncia un joven profesor al iniciar, precisamente, sus clases de Historia. Está aleccionando, en una escuela pública de Brooklyn, a chavales de 12 y 13 años de edad. Ninguno de los allí presentes, probablemente, alcanzará un nivel de renta que le dé para vivir de forma holgada. Casualidad o no, en el listado de alumnos no hay ni un muchacho blanco. Solo el profesor, quien lucha por abrirles los ojos. Un océano de vulnerabilidad le rodea. Pero no tiene miedo. Es una idealista. La historia es cambio, cuenta elocuente. Cambios que se producen a lo largo del tiempo. Son fuerzas opuestas, bien en minoría bien en mayoría bien en equilibrio, que luchan sin cesar entre ellas. ¿Puede un adolescente afroamericano tumbar la engañosa propaganda liberal que vende el cuento del self-made man? Claro que puede. Al menos, en su interior. El profesor piensa que el espacio para la transformación está abierto. En mitad de la lección, sin embargo, aparece la directora del centro. Viene, funcionaria de pro, a poner orden: cíñete al manual.

El 13 de septiembre de 1971, unos 1200 prisioneros de Attica State se amotinaron en la prisión y tomaron rehenes para negociar cambios en sus condiciones de vida. Denunciaban un trato, hasta la fecha, inhumano. El gobernador, Nelson Rockefeller, contestó ordenando la entrada del ejército en prisión. Murieron a balazos 29 prisioneros y 10 rehenes. Los asaltos policíacos han sido, desde la guerra de Secesión, la principal causa de violencia entre norteamericanos.

Ryan Gosling está de sobresaliente (¿su mejor actuación hasta la fecha?) al encarnar al personaje de Dan Dunne. Es un chico carismático y brillante. También, emocionalmente inestable. Es un tipo solitario. Mira a su alrededor y no le gusta lo que ve. Fuera de sus clases, en las que vuelca todas sus ilusiones, se siente desamparado. ¿Dónde está aquel sueño del que hablaban? A su decepción le pone voz Broken Social Scene con el tema Lover’s Split. Se enreda en los lazos del sentimentalismo. Mira las viejas fotos de su familia, de su ex novia. No encuentra su sitio. Por eso, quizás, haya caído en el infierno de las drogas. Porque sí, es blanco, treinteañero, profesor… y adicto al crack. Una adicción descubierta, una tarde como otra más, por una de sus alumnas: Shareeka Epps, actriz descomunal que, curiosamente, no ha vuelto a encontrar ningún papel digno en la industria desde el estreno de esta película. Ella, por decirlo de alguna manera, cumple todos los requisitos para ser una afroamericana modélica conforme al ideario de George W. Bush y sus feligreses: residencia en barrio conflictivo, familia desestructurada, hermano en prisión y drogas en su entorno. Pues mira, estos dos náufragos tienen algo en común: sus vidas se abocan hacia el precipicio. ¿Acabará ella metida en ese submundo? ¿Logrará él escapar de allí? A todo esto, ¿cuándo comenzó esta lucha de gigantes?

El 11 de septiembre de 1973, la CIA ayudó a derrocar y asesinar al presidente chileno, democráticamente electo, Salvador Allende. Los militares provocaron, en los días posteriores, una desaparición masiva de ciudadanos. Hubo asesinatos y torturas de miles de chilenos bajo el mandato del dictador Augusto Pinochet. El secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, estuvo implicado.

El mundo parece desesperante tal como lo ven Ryan Fleck y Anna Boden, autores del film. Se atrincheran en una cinta de bajo presupuesto para nadar a contracorriente. Tienen un solo cometido: escupir al sistema. No fuerzan, sin embargo, la opinión de nadie. Optan por la sutileza. Simplemente retratan la realidad que les acompaña. En la periferia, las calles están sucias. Los chavales trapichean en las esquinas. La nevera nunca está llena. Y las madres hacen turnos dobles día sí día también. Es lo que hay. Y tiene nombre: pobreza. Suele ir ligada a la delincuencia. Juntas, al final, explotan en una sola: marginalidad. Aunque no es solo eso. El guion va más allá, pues el discurso que lanza, gracias al personaje de Gosling, se mueve en líneas interclasistas: las clases medias estadounidenses no sufren de miseria material, pero sí se muestran presas del desafecto. Llueve desencanto en la Norteamérica del siglo XXI.

El 1 de noviembre de 1976, Harvey Milk fue elegido como consejero de San Francisco. Era el primer hombre, declarado abiertamente homosexual, electo para un cargo público. Apenas un año después, fue asesinado por otro miembro, Dan White. Este dijo en su defensa que le disparó porque se había dado un atracón de comida basura la noche anterior.

La película se mueve entre la esperanza y la desesperanza. Se atisba el sol al final de la tormenta. O no. Cada uno que decida por sí mismo. No hay buenos ni malos en la narración. El profesor que nos dice cómo debemos comportarnos es, sin embargo, la persona más autodestructiva del vecindario. El camello que ensucia sus manos, lejos de lo que pueda parecer, tiene corazón. No son, ni mucho menos, contradicciones. Al final, no todo es blanco o negro… ¿quién fue el que ordenó por primera vez la sociedad conforme a categorías dicotómicas? El film escapa de ello sin olvidar, como decíamos al principio, que todo -hasta el segundo más puñetero- está sujeto al cambio. Y pone la primera piedra. Decide agarrarse así a la amistad y a la educación, que no es poco, para luchar contra la imperfección.