Das weiße Band – Eine deutsche Kindergeschichte (2009)

Michael Haneke: La cinta blanca (Das weiße Band – Eine deutsche Kindergeschichte, 2009) Alemania. Radiografía sobre el mal. Escrita por Michael Haneke. Interpretada por Susanne Lothar y Ulrich Tukur. 145 minutos. 

Otra vez Michael Haneke. Vuelve a hacerlo, vuelve a inquietarme. Opta esta vez por el blanco y negro. Cambian las formas, pero el alma de su cine sigue ahí: la turbiedad se impone al analizar la condición humana. Lanza su mirada crítica sobre la Alemania de 1913, en plena antesala de la I Guerra Mundial. En una pequeña aldea, los extraños acontecimientos se suceden. Todo es violento. Los niños son golpeados, las cosechas destrozadas y el granjero quemado. Nadie sabe quién hay detrás de esto. Ni siquiera Christian Friedel, profesor local y guía -voz en off– de la narración. A este le da tiempo, mientras tanto, de enamorarse. Es una gota de bondad en el jardín del mal. El cineasta hace una fotografía de la época y la desmenuza. La rigidez del protestantismo se entrelaza con un acentuado -además de aristocrático- escenario clasista. El adulto -cínico, enfermizo y monstruoso- se contrapone al joven. Estos últimos tienen nombre, aquellos no. El cineasta juega con el misterio, con el espectador. Hace ya tiempo, en cambio, que ha resuelto el mismo: una línea invisible y continuista que une a las distintas generaciones. Es la maldad. Viene del pasado -de los mayores- para contagiar al presente -los niños- y marchitar el futuro con este virus. El germen de la Alemania nazi, ese sobre el que reflexionaba Hanna Arendt, podría ser una lectura de este film. Sin embargo, no es un relato urbano, no es industrial. Tampoco se rodea de las masas. Tan solo hay ciertas pinceladas. El personaje del Doctor, icono de la ciencia, es terrorífico. No menos que la figura del Pastor, ese que clama a Dios mientras humilla a sus hijos de mayor edad. Tampoco la patriarcal figura del Barón -último aliento de un régimen político que se derrumba- queda bien parada. El paisaje bucólico se torna distópico, la inocencia de la cinta blanca queda difusa y el terror -en su expresión más pura- se impone sobre los más pequeños.