Before night falls (2000)

  • before nightEstados Unidos
  • Cine político
  • Dirigida por Julian Schnabel
  • Escrita por Julian Schnabel y Cunningham O’Keefe
  • Interpretada por Javier Bardem, Johnny Depp y Olivier Martinez
  • 133 minutos

Un niño queda fascinado por las gotas de lluvia que caen sobre su tejado. Trepa por los árboles pensando que al llegar a la copa, el árbol le desvelará todos sus secretos. Vive admirando la poesía de la naturaleza, de la vida. Y la plasma, la escribe en las cortezas de los árboles. Se siente libre, miserable pero libre. En esos días, en esos pequeños instantes de pura inocencia, descansa su felicidad más absoluta. Pronto, sin embargo, partirá hacia la ciudad. Y se hará mayor. Vivirá de otra manera, aunque sin olvidar nunca aquella niñez ni los ligámenes que a ella siempre le atarán. Tiene, desde pequeño, un don para la escritura. Ese don que su desdichada madre nunca pudo valorar. Es Reinaldo Arenas, naciendo, viviendo y padeciendo en Cuba. El fervor revolucionario, ese que tanto ilusionó al propio Reinaldo, pronto se volverá en su contra. “Los que crean arte son un peligro para cualquier dictadura. Buscamos belleza y la belleza es el enemigo. Los artistas son contrarrevolucionarios” le cuenta Lezama, uno de sus maestros. 

La vida se convierte en un auténtico tormento. Un sueño y una pesadilla que coinciden en el tiempo. El cineasta, Julian Schnabel, desata un precioso homenaje a la figura del escritor cubano. Las imágenes que alcanza a transmitir son de una belleza cautivadora. Y el sentimiento, rabia y frustración que contienen cimentan una sonora reivindicación que honra no solo la figura de Reinaldo Arenas, sino también el valor de la propia escritura, de la libertad de pensamiento. Porque esa fue, en esencia, la gran cruz que tuvo que arrastrar Reinaldo: ¿por qué tengo que pensar como piensa Fidel? 

Es la otra revolución, la oculta, la silenciada. Es la ilusión que siente ese hombre por la escritura. El arte de saber vivir escondido con ella, entre las rejas de una apocalíptica prisión, entre los recovecos más insospechados de Bon Bon, ansiando ese día en el que puedas gritar en libertad, expresar todos tus pensamientos. Un papel y un lápiz se convierten en el mayor de los tesoros. La portada de un libro editado en el extranjero mantiene su sangre en circulación. Y el sonido de la máquina de escribir, ese placentero tac-tac, hace que viaje hacia el infinito. Se olvida así del hijo de puta de Fidel, de las miserias de cualquier dictadura. Consigue vivir en el desastre, rodearse de un optimismo inquebrantable, abrigarse con aquella alegría esperanzadora que envuelve a su niñez y escribir, tan solo escribir, para sentir la libertad en él.

Cualquier episodio violento alterna la grandeza con la miseria. Es la creación y la destrucción chocando entre sí. En el caso de una revolución, las benevolencias de la primera siempre disimulan los estragos de la segunda. Y si hablamos de Cuba, de Santa Clara y de Fidel parece como si todo tuviese que estar adornado con un aura de ensoñación y romanticismo. Esta película, en cambio, ofrece un testimonio que discrepa de esta idealizada postal, que pone el énfasis en la miseria más que en la grandeza. Personalmente, no entiendo Before night falls como una película anticomunista. Tampoco es apología liberal. “La diferencia entre el sistema comunista y el sistema capitalista es que cuando te pegan la “patá” en el culo, en el sistema comunista tienes que aplaudir; en el sistema capitalista puedes gritar.” Es la única referencia explícita que hay en la cinta en torno a esta controversia y, quizás, a Schnabel se le olvidó matizar que el grito, en la inercia del capital, se ahoga, las más de las veces, en el silencio.

Entiendo la película como un hermoso relato que honra la penitente vida de Reinaldo Arenas. Así que me niego a observar esta obra como un burdo panfleto anticastrista. Schnabel nos descubre, por tanto, aquella historia, su historia. Un hombre que no se dejó dominar. Un escritor que no quería que enmudecieran su voz. No quería servir a nadie. Y ahí, en esa lucha por defender su libertad y en su repugna hacia cualquier tipo de servidumbre, es donde reside el gran valor de este film. “No soy religioso, soy homosexual y ahora soy anticastrista. Eso quiere decir que yo creo reúno todas las condciones para que no se me publique un libro y para vivir al margen de toda sociedad en cualquier lugar del mundo.” Son las palabras que pronuncia Javier Bardem -espléndido, por cierto- regando sus queridas plantas en una azotea de la ciudad de Nueva York. Palabras que, como digo, refrendan el valor de la libertad y que tan bien supo transmitir Reinaldo Arenas a través de sus versos:

“Yo soy ese niño desagradable
-sin duda inoportuno –
de cara redonda y sucia que ante los grandes faroles
o bajo las grandes damas también iluminadas
o ante las niñas que parecen levitar
proyecta el insulto de su cara redonda y sucia.”