Somebody up there likes me (1956)

  • somebody_up_there_likes_me_xlgEstados Unidos
  • Biopic
  • Dirigida por Robert Wise
  • Escrita por Ernest Lehman
  • Interpretada por Paul Newman, Pier Angeli, Eileen Heckart, Sal Mineo y Steve McQueen
  • 113 minutos

Rocky Graziano es la figura que colapsa este relato. No era fácil la tarea para el guionista, un reputado Ernest Lehman, a la hora de sintetizar la larga y penitente vida del púgil de ascendencia italiana. Con todo, la cosa queda resultona. Desde su miserable niñez hasta su delincuente juventud, en cada paso dado por el cineasta, Robert Wise, se va perfilando el singular carácter de Rocco Barbella.

Paul Newman luce espectacular. El odio interior que oxigena su sangre se plasma en una interpretación cautivadora. Su indomable perfil, cargado de rebeldía y contestación, no encuentra acomodo en ningún lugar: ni en su hogar, con la figura de un desamparado padre; ni en el ejército, lleno de órdenes y jerarquía; ni en su barrio, aficionado a delinquir junto a sus amigos de toda la vida. Fortuna o no, Graziano tenía un don, pues sabía golpear al adversario. La violencia diaria que le acompañaba terminó por plasmarse en el cuadrilátero.

La penitente Eileen Heckart, madre de Rocky, pone la primera piedra del camino hacia el éxito. El boxeo siguió formando a Newman para que, finalmente, una estupenda Pier Angeli domesticara a su antojo a tan temperamental personaje. El combate por el campeonato mundial supone el cierre de un film que, como otros tantos más, encuentra en el mundo del boxeo la salida de la marginalidad. Esta, en esencia, se impone a lo largo de todo el metraje. El Nueva York de la periferia se plasma en las sucias aceras, en la humildad de las viviendas, en el trágico destino de figuras como la de Sal Mineo o un jovencísimo Steve McQueen.   

Un relámpago, así es esta película. Problema tras problema, pelea tras pelea, así se forja la leyenda de Rocky Graziano. Un agitado Paul Newman para una interpretación de altura en un biopic más que meritorio.