Gone girl (2014)

  • gone-girl-posterEstados Unidos
  • Thriller
  • Dirigida por David Fincher
  • Escrita por Gillian Flynn (Novela: Gillian Flynn)
  • Interpretada por Ben Affleck, Rosamund Pike y Kim Dickens
  • 149 minutos

Perdida, la última película de David Fincher, no es más que cine de segunda. Entretenido a más no poder y rebosante de calidad, por supuesto, pero falto de ambición y grandeza. Suele ser una constante en la filmografía del cineasta de Denver, dominador absoluto del thriller actual, quien compagina trabajos que podrían ser considerados como obras maestras –Seven (1995) o Zodiac (2007)- junto con otros títulos, véase The game (1997), Panic room (2002) o Millennium (2011), que punzan más en la vena publicista del autor, es decir, en aquella que sobrepone el efectismo por encima de cualquier otra cualidad.

La historia, una vez vista, tampoco daba mucho de sí. Por ello, conviene destacar el talento narrativo del cineasta, quien nos mantiene cautivos durante el largo metraje (dos horas y media) de esta cinta. La desaparición de una modélica esposa, junto con la lógica preocupación del marido de esta por hallar su paradero, son la premisa desde la que parte este relato que, aparentemente, centra todos sus esfuerzos en la investigación policial. En el fondo, aquella queda en un segundo lugar, rebosando una mediocridad que hiere si comparamos, por ejemplo, el trabajo de Kim Dickens con el de Brad Pitt y Morgan Freeman en Seven. El guionista, Gillian Flynn, se guarda un as en la manga, ciertamente decepcionante, que consiste simplemente en desentrañar el juego psicológico y emocional que se da en el interior de una pareja, en su día a día. Y lo baña todo ello con un punto escabroso, violento y enfermizo que se va descubriendo poco a poco, entre giros narrativos que ni impresionan ni disgustan.

Es el imperio de las apariencias lo que está en juego, tanto las que se dan en la intimidad de una relación como las que ofertan los medios de comunicación. Ben Affleck está correcto en su papel, mientras que Rosamund Pike encarna notablemente toda la agitación (física y mental) que acompaña a su personaje. Entre los dos asumen el peso de la narración, y la mueven con soltura. Si la parte intrigante me resulta demasiado enfermiza y efectista, no sucede lo mismo con la afilada crítica que Fincher le lanza al cacareo de los medios de comunicación en torno a este tipo de sucesos. La morbosidad y el show que orquestan ante cualquier relato con cierto interés humano roza lo infame, mérito pues del narrador.

En todo caso, la mascarada que propone Fincher contiene demasiadas flaquezas, tanto en la elaboración de la intriga como en su payaso desenlace. No es ninguna gran película, aunque como entretenimiento se convierte en todo un lujo.