The Man Who Shot Liberty Valance (1962)

John Ford: El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962) Estados Unidos. Obra capital del western norteamericano. Escrita por James Warner Bellah y Willis Goldbec. Historia de Dorothy M. Johnson. Interpretada por John Wayne, James Stewart, Vera Miles, Lee Marvin, Woody Strode y Lee Van Cleef. Fotografía de William H. Clothier. 123 minutos. 

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Una carta de amor titulada como El hombre que mató a Liberty Valance. Supone explicar el western desde el western. La firma la pone John Ford: cátedra. Todo comienza con el ferrocarril, pulmón estadounidense. Este llega a un remoto pueblo del oeste, Shinbone, y del mismo descienden el afamado congresista Ransom Stoddard y su esposa, Hallie. Vienen a honrar la memoria de un viejo amigo, Tom Doniphon. Los reporteros del lugar, sin embargo, quedan extrañados: ¿qué hace aquí este hombre? ¿quién es el tal Doniphon? James Stewart toma asiento y comienza a hablar. Todos le escuchan… está a punto de contar la historia del hombre que mató a Liberty Valance. 

Retrocedemos en el tiempo. Donde ahora hay un ferrocarril antes había una diligencia. Así es como llegó, por primera vez, Ransom a Shinbone. Formado en la universidad -abogado de carrera- buscaba, como tantos otros, la prosperidad en el oeste. Ilusionado y ambicioso, pronto se topó con Lee Marvin: aparece el canon del salvaje oeste. Brutal escena. La tunda recibida no es cualquier cosa. ¿De qué sirve la ley aquí? La justicia se alcanza a golpe de pistola. Y estalla el conflicto: Stewart se empeña en imponer la ley y el orden conforme a los dictados del derecho mientras su salvador, John Wayne, le oferta dos opciones: empuña el arma o márchate. En el camino, la fotografía de William H. Clothier encuadra momentos inolvidables. 

Y los versos de Ford se desatan exultantes. ¿Con qué escena quedarse? Pincela una nostálgica postal sobre los viejos tiempos: la cantina, la casa de comidas, el periódico local… todo está en su sitio, sin saber, sin sospechar todavía que los raíles del ferrocarril cambiarán para siempre los cimientos de la civilización estadounidense. El guion de James Warner Bellah y Willis Goldbec raya la perfección: qué bien esbozan a todos los personajes… el comilón del alguacil, el periodista borracho, el negro que recita «la igualdad de los hombres», los benevolentes inmigrantes suecos y, por supuesto, John Wayne y Vera Miles. Ellos son el corazón de la película, disimulado entre hombría (el choque entre Wayne y Marvin), progreso (la vanidosa rabia de Stewart) y política (los granjeros contra los pequeños propietarios), figurado aquel en una simple rosa de cactus.

El cineasta se despide de un mundo que ya se ha ido. La melancolía que acompaña a John Wayne acentúa el sentimiento de esta historia. Es él quien acoge al desvalido peregrino. Es él quien guarda la sonrisa de la inocente camarera. Son las estrofas del humanismo de Ford. El far west pierde contra la modernización que arrastra consigo James Stewart. Ahora donde había un desierto aparece un jardín. El ferrocarril arrolla a la diligencia. Y solo queda una vieja casa quemada poblada de olvidadizos recuerdos. La nostalgia irrumpe y Ford recita una oda a los viejos tiempos: el hombre que mató a Liberty Valance conquistó el corazón de ella. No hay mejor victoria que esa. Preciosa historia.          

Rio Bravo (1959)

  • rio bravoEstados Unidos
  • Western
  • Dirigida por Howard Hawks
  • Escrita por Leigh Brackett y Jules Furthman (Historia: B. H. McCampbell)
  • Interpretada por John Wayne, Dean Martin, Walter Brennan, Angie Dickinson y Ricky Nelson
  • 141 minutos

«Purple light in the canyon
that is where I long to be
With my three good companions
just my rifle pony and me.»

La nostalgia que acompaña al western le da un punto más de grandeza a relatos como Rio Bravo. Y es que películas como esta, vistas ahora, parecen de otro tiempo. Es decir, un tipo de cine al que, salvo contadas excepciones, difícilmente se vuelve. ¿Alguien se atrevería, hoy en día, a escribir una obra como la de Howard Hawks? Los fotogramas de este film transmiten serenidad, armonía y maestría. Todo encaja maravillosamente en ella. 

Un hombre preso al que su hermano trata de liberar a cualquier precio. Esa es la premisa de la que parte esta cinta. En el camino, sin embargo, el villano de turno se topará con la figura de John Wayne, sheriff local, y la de sus ayudantes, es decir, unos maravillosos Dean Martin (Borrachón), Walter Brennan (Stumpy) y Ricky Nelson (Colorado). El mano a mano, servido a fuego lento, lleva implícito un punto agobiante. Así, se respira intranquilidad entre las calles del pueblo a la espera de la llegada de los marshal. Pero claro, al maestro Howard Hawks le da para combinar este tono latente de la narración -totalmente asfixiante- con los manifiestos enredos sentimentales de John Wayne (enamorándose de Angie Dickinson) y Dean Martin (alejándose del recuerdo de un antiguo amor), ambos dos estupendos. Incluso un joven Ricky Nelson tendrá oportunidad de lucirse haciendo sonar My rifle, my pony and me en la que es una de las escenas más bonitas de este western.         

Para mí Rio Bravo es una gran película. Una historia cargada de pureza, sencilla a más no poder. La veo con gusto, y disfruto con la compañía de cinco personajes (el sheriff, el viejo lisiado, el borracho, el joven y la chica) inolvidables. Esto es cine del bueno.