Nabil Ayouch: Los caballos de Dios (Les chevaux de Dieu, 2012) Marruecos. Drama social sobre el terrorismo yihadista. Escrita por Jamal Belmahi. Novela de Mahi Binebine. Interpretada por Abdelhakim Rachid, Hamza Souidek y Abdelilah Rachid. 115 minutos.
Unos niños juegan al fútbol en los arrabales que vertebran Sidi Moumen, zona marginal de la ciudad de Casablanca. Es el año 1993 y el chaval que ejerce como portero, Abdelhakim Rachid, sueña con ser como Lev Yashin. Un imposible, claro. Malvive perdido en medio de la nada. La dignidad no parece ir con él, tampoco con su hermano o su mejor amigo, Hamza Souidek. Han nacido en el lado equivocado del mundo, atisbando de lejos la prosperidad. El guion de Jamal Belmahi destripa el sembrillero que, en esencia, representan estas zonas del norte de África para el terrorismo internacional de corte yihadista. Lo hace con un punto didáctico: no se deja ni un punto ni una coma. Un lujo frente al tratamiento sensacionalista que siempre ofertan los medios de comunicación respecto a este tema. Camina de la niñez en los noventa hasta la juventud a comienzos de siglo. Aquí, un 16 de mayo de 2003, se producen los atentados de Casablanca. Jóvenes que se inmolan en nombre del islamismo radical. El cineasta, Nabil Ayouch, pone pues el dedo en la llaga. Solo tragamos frustración, rabia e ignorancia. También vergüenza. Les dibuja corazón, sentimiento y sufrimiento a esos asesinos (aparentemente) sin corazón, sentimiento o sufrimiento. El drama íntimo y periférico se impone. Brilla especialmente Abdelilah Rachid, el primer chico marginal que sucumbe frente al poder fanático de la religión. Recrea así el (artificial) camino del mártir. Y en este andar es donde se enclava la denuncia abierta por el cineasta. Son los suburbios, lugar de crimen y pobreza. ¿Culpables? Pues los que pocas veces pueblan los titulares: la (global) economía y el olvido.
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